El sufrimiento

Una de las formas más determinantes de todo hombre, de la que no puede escapar, ni si quiera cerrándose a la realidad, es el sufrimiento. El ser racional es el único ser del mundo que sufre, el animal sólo padece dolor. El ser humano vive el “sufrir” como algo presente en su existencia, incluso como algo que le hace “vivenciar” las profundidades de un “abismo” que en ocasiones parece indeterminado.

Oscar Wilde expresó una vez: “el sufrimiento es el medio por el cual existimos, porque es el único gracias al cual tenemos conciencia de existir.” Sólo el hombre que experimenta el sufrimiento, se “da cuenta” de su postura ante el mundo, el sufrimiento lo detiene con preguntas decisivas y radicales: ¿por qué a mí? ¿por qué hay mal? ¿por qué existo? El sujeto que sufre cuestiona por el sentido de la realidad, la persona que vive el sufrir reclama una respuesta que satisfaga su condición misma.

El sufrimiento y el problema mal en el mundo son uno de los más grandes misterios de la humanidad, pocos son los que comprenden algo de este sentimiento. El sufrimiento guarda tan numerosos secretos y tan profundas bondades, que dar una respuesta única a este sentir parece imposible. Lo que es claro en el sufrimiento es que éste adquiere sentido cuando se “comparte”, cuando hay un “yo” que acompaña esta experiencia tan abismal.

Jesús, como hijo de Dios, es una persona que posee un “yo” absoluto lleno de amor, sólo Él murió en la cruz por los pecados mundanos. Sólo Jesús es el único ser capaz de dar un sentido “significativo” al “sufrir” humano. La cruz de Cristo vence las cruces de la humanidad. La resurrección de Cristo garantiza que el sufrimiento ni el mal son algo definitivo en esta existencia tan laberíntica.




Abraham Siloé Ramos P.

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