UN ESTILO PROPIO DE COMUNICAR EL EVANGELIO.

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500 Semanas de editar el Semanario Koinonía.

...Koinonía se elabora con responsabilidad, asumiendo semana a semana el reto de planear, recopilar, diseñar, imprimir y distribuir el semanario; con ilusión, esperando que lo realizado ayude al lector (...) a la creación de un mundo mejor...

Por Pbro. Marco Antonio García Ángeles.
Director del Semanario Koinonía.
Hace cuatro semanas que iniciamos la planeación de la edición número 500 del Semanario Koinonía, actividad que ha pasado ya a formar parte de nuestro calendario semanal, así como otras actividades más que, con el correr del tiempo, hemos incorporado al periódico y que marcan una distancia no sólo de forma sino de fondo entre su inicio y el actual número. En esta ocasión la planeación del periódico tiene un tinte especial, pues significa llegar a una edición que cierra una etapa que incluye los inicios y la consolidación de un medio católico de comunicación en la Iglesia particular de Puebla.

Al hacer memoria de estas 500 semanas vienen a mi mente las palabras que el Papa Juan Pablo II plasmara en la Bula de convocación para la celebración del gran Jubileo del año 2000: “A lo largo de la historia la institución del Jubileo se ha enriquecido con signos que testimonian la fe y favorecen la devoción del pueblo cristiano. Entre ellos hay que recordar, sobre todo, la ‘peregrinación’, que recuerda la condición del hombre a quien gusta describir la propia existencia como un camino. Del nacimiento a la muerte, la condición de cada uno es la de ‘homo viator’…” Y es verdad, nuestra vida encuentra su razón de ser desde el momento en que nos reconocemos como personas que caminamos, que peregrinamos hacia la plenitud: Dios.

¿Qué ha sido Koinonía a lo largo de 500 semanas de trabajo, de constancia y presencia editorial, sino un medio de comunicación en el que se ha plasmado el sentir, la vida y la experiencia de fe de la comunidad diocesana, un medio que semana a semana expresa en palabras e imágenes una fisonomía particular y única del equipo editorial y de la realidad espacio temporal de una diócesis viva? Un medio que, en el aprendizaje permanente, ha contribuido al crecimiento y maduración de la fe de sus lectores. Un medio que en su caminar, no pocas veces difícil y áspero, se ha esmerado en ser fiel a su misión de contribuir a que las palabras de Jesús dichas a sus Apóstoles “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio”, se hagan realidad en la nueva cultura mediática.

Alcanzar la edición 500, necesariamente me ha llevado a volver los ojos al día 5 de abril de 1998, fecha en la que iniciamos nuestra aventura editorial, nuestra historia de comunicación. Doce páginas, cinco mil periódicos, una tinta, cuatro pesos su precio, son algunas de las características que aún pueden constatar quienes con cariño guardan la mencionada edición. Al recorrer sus páginas descubrí nombres que hoy son familiares y de referencia obligada en Koinonía: Miriam Cervantes, reportera; Alba Juárez, reportera; Jorge Cabrera, reportero; Alfredo Martínez, diseñador; Julieta Pérez, sección infantil. A ellos se fueron integrando reporteros, diseñadores, impresores, distribuidores, administradores, directivos y consejo editorial, que con su trabajo y compromiso han hecho posible el desarrollo y la presencia del semanario en la Diócesis hasta llegar a ser un centro de servicios en comunicación editorial.

Koinonía refleja ahora el resultado de su progreso: veinte páginas, ocho de ellas en selección a color, 11 mil quinientos periódicos, seis pesos su precio, suplemento infantil, 210 centros de distribución, por mencionar algunas de sus actuales características. En aquella primera edición como en cada una de las que le siguieron, late vivo el espíritu de nuestro objetivo: Ser un medio permanente de expresión de la Iglesia diocesana que, informando, evangelizando y orientando, desde las diferentes facetas y carismas que la forman, contribuye a la maduración de la fe del cristiano en el umbral del nuevo milenio.

Cientos de eventos cubiertos por los reporteros, miles de notas redactadas, de páginas diseñadas, de fotografías retocadas, de palabras tecleadas; miles y miles de hojas impresas que resultan ya incontables, de horas máquina de trabajo, de horas hombre de trabajo; cientos de veces recorrida la Diócesis, cientos de miles de kilómetros de travesía por las carreteras y un promedio de cinco millones de periódicos distribuidos a lo largo y a lo ancho de la Diócesis.

Analizar estos datos nos llena de satisfacción por el trabajo realizado, por los logros alcanzados; nos permiten agradecer en primer lugar a Dios nuestro Señor, por su tangible presencia y bendición, y después, a cada uno de los sacerdotes, distribuidores, promotores, anunciantes y lectores de Koinonía, porque con su invaluable apoyo han hecho posible que hoy alcancemos esta meta dentro del mundo de la comunicación.

En el camino recorrido, Koinonía ha ido asumiendo mensajes del Magisterio de la Iglesia que le han permitido fortalecer y clarificar su misión. La primera de ellas es una frase del Papa Juan Pablo II que dice: “Comunicar al Señor, no es una obligación sino un privilegio”. Esta frase la hemos hecho nuestra porque creemos, y así lo tratamos de manifestar, que nuestro diario trabajo en Koinonía es un privilegio que Dios y la vida nos han permitido experimentar para servir y contribuir a la comunión en la Iglesia diocesana.

Cuando el mismo Papa Juan Pablo II hace el llamado a la Iglesia para que oriente todos sus esfuerzos hacia la Nueva Evangelización, Koinonía refuerza su convicción de que entre en los nuevos métodos, los medios de comunicación son útiles y necesarios para la evangelización. Una sociedad globalizada, con un nuevo lenguaje mediático pide un nuevo estilo y nuevos métodos de predicación, Koinonía trabaja para reflejar una Iglesia viva, preocupada por el diario acontecer del hombre y en sintonía con los avances tecnológicos.

Palabras como “lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas”, tomadas del evangelio de Mateo 10,27 e incluidas en uno de los mensajes del Papa para la celebración de la Jornada Mundial de las Comunicaciones han propiciado nuevas ideas, proyectos y cambios en la forma de hacer periodismo a través de un medio católico.

Pero como toda realidad humana, no todo ha sido color de rosa. Cuando las fuerzas han flaqueado, cuando el camino se empieza a cerrar, cuando es difícil descubrir la luz, recordamos y reflexionamos la profundidad de “las palabras con las que un día Jesús, después de haber hablado a la muchedumbre desde la barca de Simón, invitó al Apóstol a ‘remar mar adentro’ para pescar: ‘Duc in altum’ (lc 5,4). Pedro y los primeros compañeros confiaron en la palabra de Cristo y echaron las redes. ‘Y habiéndolo hecho, recogieron una cantidad enorme de peces’ (Lc 5,6) ¡Duc in altum! Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro…” (Novo millennio ineunte 1). Debo reconocer que en varias ocasiones este mensaje de Jesús nos ha hecho retomar el camino, renovar el compromiso y reforzar la esperanza. Y el Señor no nos ha dejado nunca de su mano.

Hoy que llegamos a la edición 500 del semanario vale la pena presentar una explicación del término Koinonía, pues en ello nos hemos afanado durante 500 semanas de nuestra vida. Koinonía, es un término en lengua griega que encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles y se refiere al nuevo estilo de vida de los discípulos de Jesús, a la comunión en la que vivía la primera comunidad como fruto de la presencia del Espíritu Santo. Koinonía semanario ha pretendido, y en buen grado lo ha logrado, contribuir para que, teniendo la misma fe, formando una sola familia en Cristo e iluminados por un solo Espíritu, vivamos una común unión, una comunidad, meta de la comunicación.

Ahora nos podríamos preguntar: ¿cómo se hace Koinonía? El proceso técnico editorial es muy interesante pero creo que se disfruta más cuando físicamente se atestigua la presencia de los reporteros en las parroquias, su diseño en computadora, su impresión en las máquinas offset, su puntual distribución en las comunidades parroquiales, para lo cual hago una atenta y sincera invitación a visitar nuestras oficinas.

Al hablar sobre la forma cómo se hace Koinonía me quiero referir a las actitudes que cada uno y todos los que formamos Koinonía nos esforzamos en transmitir. Koinonía se elabora con responsabilidad, asumiendo semana a semana el proceso de planeación, recopilación, diseño, impresión y distribución del semanario; con ilusión, esperando que lo realizado ayude al lector a conocer y amar al Señor y a su Iglesia; con esperanza de que a través del semanario se ayude en la creación de un mundo mejor, de un hombre mejor, de una Iglesia mejor; con fe en Dios que es el mensaje mismo, en el hombre que es el destinatario y en nosotros mismos como equipo que elaboramos el medio; con alegría, fruto de la satisfacción por el trabajo realizado y por el bien compartido; con optimismo, vislumbrando un futuro mejor para Koinonía y para nuestros lectores, no dejándonos vencer por las adversidades, los obstáculos, y mucho menos por las dificultades; con espíritu de servicio, sabiéndonos parte de una comunidad de servidores a ejemplo del Maestro. En una palabra: soñando, como lo hiciéramos hace 500 semanas, cuando contábamos solo con eso, con el sueño de hacer realidad un medio de comunicación impreso.Como en aquella ocasión, en esta edición, la número 500, tenemos aún metas por alcanzar, proyectos que elaborar, obstáculos que vencer, alegrías que compartir, triunfos que celebrar, penas que sufrir, mensajes que comunicar. Pero ciertamente, ayer como hoy, de algo estamos seguros, mientras el Señor nos lo permita vamos a seguir soñando, vamos a seguir siendo un medio de comunicación en nuestra Iglesia diocesana, vamos a seguir recorriendo el camino que nos conduce a la Koinonía definitiva, a la comunión con Dios.

BIBLIA Y LITURGIA.

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Por Louis-Marie Chauvet

Los frutos espirituales de la lectura y la meditación personales de la Biblia son indudables, pero no hay que olvidar que la Biblia, antes de ser destinada a un uso personal, está hecha para un uso colectivo, el uso litúrgico.

La Biblia está en la liturgia como pez en el agua: Allí encuentra su medio de vida normal. Esto puede extrañar; en efecto ¿no estamos acostumbrados a mirar la Biblia como destinada ante todo a la lectura y a la meditación personales? No se trata evidentemente de cuestionar este tipo de utilización, cuyos frutos espirituales son conocidos. Sin embargo, conviene recordar una cosa muy olvidada: la Biblia, antes de ser destinada a un uso personal, está hecha para un uso colectivo, el uso litúrgico. Se tratará de verificarlo, brevemente, aquí, mostrando cómo la Biblia y la liturgia de alguna manera han nacido la una de la otra.

La Biblia nacida de la liturgia

Entre las múltiples tradiciones orales y escritas que han sido transmitidas a lo largo de la historia de Israel, en definitiva nos llegó muy poco: la mayoría se perdió en las arenas del olvido. Las que ha conservado la Biblia "'han sobrevivido a causa de su uso litúrgico. Y su modo de escritura, su estilo de agrupación, vienen de su uso litúrgico”. Esto vale también para los libros bíblicos como Rut, el Cantar de los Cantares, el Qohélet o Esther: en el judaísmo, después de la destrucción del Templo en el 70, se leían estos textos respectivamente en las fiestas de Pentecostés, Pascua, los Tabernáculos y Purim. Paul Beauchamp tiene toda la razón al escribir en este sentido: "Es canónico lo que recibe autoridad de la lectura pública".

Esta estrecha relación entre la Biblia y la liturgia puede deducirse además de muchas otras observaciones. Mencionamos aquí simplemente algunas:

a) Desde las edades más antiguas, fue principalmente en los santuarios (Hebrón, Siquem, Guilgal, Siló, etc.), donde se conservó la memoria colectiva de los distintos clanes o tribus: los sacerdotes, guardianes e intérpretes de las leyes reconocidas por las tribus, velaban por la salvaguardia y la transmisión de las tradiciones orales, las cuales, evidentemente, fueron objeto de reinterpretaciones y de fusiones parciales a lo largo de las generaciones. La Biblia nació de la actividad "litúrgica" (en el sentido amplio) de estos centros culturales donde los clanes y las tribus modelaban y hacían propia su memoria colectiva.

b) Si Israel acabó por reconocerse especialmente en las tres grandes fiestas anuales de peregrinación (Pascua, Pentecostés, Tabernáculos), aun siendo todas ellas de origen pagano, fue en razón de la reconversión histórica de la que cada una fue objeto: así, para la Pascua, el sacrificio del cordero, el pan ácimo, las hierbas amargas, en relación con el Éxodo de Egipto; para Pentecostés, la ofrenda de las primicias de la cosecha, en relación con la alianza y el don de la Ley en el Sinaí; para los Tabernáculos, las cabañas de follaje, en relación con la marcha por el desierto. Así, son las asambleas litúrgicas donde Israel revivía, haciendo memoria de ellas, ese pasado fundador, las que fueron el lugar primordial de esa reconversión histórica.

c) Los grandes acontecimientos reconocidos como fundacionales por Israel son presentados en la Biblia por medio de narraciones de tipo litúrgico (salida de Egipto, alianza en el Sinaí, caminata en el desierto, paso del Jordán y toma de Jericó...). No se narra allí la liturgia como tal. Se cuenta allí, litúrgicamente, la historia que se conmemora. La liturgización de estas narraciones es la mejor manera de manifestar su actualidad para cada generación. Su verdadero punto de partida, su verdadero "pretexto", es la asamblea celebrante.

Seguramente sería erróneo concluir de lo que acaba de ser mencionado rápidamente, que la liturgia hubiera sido el lugar exclusivo de producción de la Biblia. Las dimensiones económicas, políticas, sociales, culturales, etc., también fueron lugares de producción de la Biblia. Pero la liturgia fue el lugar decisivo. Con esto se quiere decir que, si no fue sino un factor entre otros de esta producción, en revancha fue también como el catalizador o mejor, tal vez, la matriz que permitió a estos diversos factores de producción "tomar cuerpo" como "palabra de Dios". Porque fue en ella, y especialmente en el memorial de los orígenes que constituye su centro, donde se manifiesta la permanente actualidad de las tradiciones que narra. Es en ella, en otros términos, donde los antiguos textos del pasado llegan como "Palabra de Dios" para hoy.

Lo que acaba de decirse hasta aquí a propósito del Antiguo Testamento, vale igualmente para el Nuevo. La fórmula citada antes: "Es canónico lo que recibe autoridad de la lectura pública ", puede aplicarse también a este último. "El criterio esencial (del establecimiento del canon cristiano de las Escrituras) fue siempre el uso antiguo de las comunidades ", explica el P. Grelot. Pues bien, este uso fue determinado prioritariamente por la liturgia, prosigue él: "La asamblea en Iglesia sigue siendo el lugar en que los libros fueron conservados, leídos y explicados, así como fue el lugar en donde fueron elaborados".

Además, hay que recordar que, en la época del Nuevo Testamento, los cristianos, en sus asambleas, leían como en la sinagoga, un texto de la Torah ("Moisés") y uno de los profetas, y que la homilía que seguía tenía las mismas técnicas rabínicas que las homilías judías; simplemente (pero esto es evidentemente capital), esta técnica era ahora puesta al servicio de la comprensión de la muerte y resurrección de Jesús, el Mesías, como conforme a las Escrituras ("según las Escrituras"). Se comprende en este sentido la "convicción profunda" de C. Perrot: "La cena cristiana es el lugar por excelencia en que la Escritura evangélica de la historia se cristalizó. El Evangelio leído en la celebración eucarística nació en esta misma celebración ", sobreentendiendo que el autor no por eso olvida, "los otros lugares de producción" del Nuevo Testamento.

Engendrados como Palabra de Dios en el seno de la "matriz" de la asamblea litúrgica (ekklésia, palabra griega empleada en este sentido, no solamente en el Nuevo Testamento, sino también en el Antiguo para designar las asambleas litúrgicas de Israel), las Escrituras encuentran en ella su medio de vida más adecuado. La Biblia es, pues, inseparable de la "Iglesia". ¿No es, por otra parte, su propia historia la que está escrita a lo largo de las generaciones y que ella lee ahí? ¿Y no es por esta razón fundamental que, cuando se delimitó el "canon", le fue proporcionado lo que podemos considerar el espejo mismo de su identidad, su "ejemplar" en el sentido literal del término?

Por esto, las Escrituras nunca manifiestan tan bien su esencia como en la asamblea celebrante, allí donde levantadas de su "muerte" por la voz viva del lector que las proclama como mensaje vivo para hoy, los antiguos textos alcanzan su objetivo de Palabra de Dios para el hoy de cada generación. Es en la ecclesia litúrgica donde la Biblia llega a su verdad. Para decido de otro modo, la asamblea litúrgica da verdaderamente "lugar" a las Escrituras como "Palabra de Dios".

Nada más fiel, en este sentido, a la tradición que la afirmación de la Constitución sobre la liturgia del último concilio: "Cristo está presente en su palabra porque es él quien habla cuando se leen en la Iglesia las Santas Escrituras" (n. 7). "En la Iglesia", es decir, en la asamblea litúrgica que es el lugar de la Iglesia; pero también se puede añadir "en Iglesia": es claro, en efecto, después de lo que se ha dicho, que la lectura de la Biblia no puede ser cristiana si no es regulada por la tradición eclesial, así como lo atestiguan ya, a su manera, los Hechos de los Apóstoles cuando el eunuco etíope, incapaz de comprender el texto de Isaías 53, que estaba leyendo, responde a Felipe: "¿Cómo puedo comprender si no tengo un guía?" (Hech 8, 31).

La liturgia nacida de la Biblia

Aquí también hay que entender bien la fórmula. ¡Esta no significa, evidentemente, que la liturgia no sería más que una especie de aplicación de las directrices que hubieran sido dadas en el Nuevo Testamento! No significa tampoco que todo en la liturgia provenga de la Biblia: la mayor parte de sus elementos son extrabíblicos. No es, pues, en el sentido "material" (su contenido) como pudiera decirse que la liturgia "proviene de la Biblia". Es en el sentido "formal" de su principio. ¿Qué se entiende por esto? Se quiere decir que hay una especie de "biblicidad" fundamental en la liturgia; que ésta no es cristiana si no está "informada" por la Biblia, tomando aquí el concepto de "forma" en el sentido aristotélico: la "forma" es lo que hace que la "materia" (mármol por ejemplo) llegue a tener talo cual aspecto (de un bloque bruto a una estatua). La forma somete así a la materia a un tratamiento. Del mismo modo, la materia o los materiales tan diversos que componen la liturgia son "tratados" bíblicamente. Tanto así que la liturgia "mana de la Biblia", como se dice que el agua "mana de la fuente".

Atengámonos, para verificarlo, a los solos textos litúrgicos. Muchos de entre ellos son citas explícitas de la Biblia: no solamente las lecturas y los salmos, claro está, sino también las citas evangélicas como "Señor, yo no soy digno ", partes de los himnos como el inicio del "Gloria a Dios ", súplicas como "Señor, ten piedad", fórmulas como "La paz esté con ustedes ", "La gracia de nuestro Señor Jesucristo... " (saludo de apertura: 2 Cor 13, 13), aclamaciones como el Aleluya, oraciones como la primera fórmula de bendición del agua para el Bautismo, que no es otra cosa sino una síntesis tipo lógica de la historia bíblica de la salvación a partir del tema del agua, sin contar las múltiples referencias bíblicas explícitas que tejen las oraciones. Por ejemplo, la del primer domingo de Adviento: "los caminos de justicia ", "el encuentro del Señor", "entrar en posesión del Reino de los cielos ", las Plegarias eucarísticas (el prefacio de la Plegaria eucarística 2, por ejemplo, no es otra cosa sino un tejido de citas bíblicas), el conjunto del ritual bautismal (así, la secuencia del exorcismo hace alusión a la liberación de la esclavitud del pecado, antes de evocar, en la unción, la impregnación por el aceite de la salvación; después, de referirse directamente, en el rito del Effetá, a Marcos 7,32-35) o a las oraciones de ordenación... Sólo desde el punto de vista "material", esto es ya mucho.

Sin embargo, es desde el punto de vista de su tratamiento "formal", hemos dicho, como la liturgia aparece fundamentalmente como "manando de la Biblia". Importa a este nivel, recordar que, porque funciona según las leyes de la ritualidad, la liturgia funciona constantemente a base de símbolos. Ahora, una de las características del símbolo es su economía: un poco de pan y de vino, y no un festín grandioso, bastan para evocar el conjunto de la creación y del trabajo de los hombres; el derramar un poco de agua y no grandes inmersiones en una piscina, bastan para simbolizar la inmersión en la muerte con Cristo y la vida nueva con él.

Conforme a esta ley fundamental de la ritualidad, una simple alusión bíblica a una imagen o a una expresión como "el agua viva", el cielo que se "desgarra", o el desierto que va a "volver a florecer", o a un personaje como Moisés o David, o a un acontecimiento como el maná o la teofanía del Sinaí, o a una institución como el sacerdocio levítico, o a un objeto como el arca de la alianza, etc., basta para evocar amplias partes de la historia bíblica.

La liturgia está repleta de tales alusiones. Hasta puede decirse que no está hecha sino de ellas. Basta consultar algunos minutos un misal o un ritual (bautismo, reconciliación, unción de los enfermos, etc.) para darse cuenta de ello; las reminiscencias bíblicas afloran en la oración más pequeña. Una tal "biblicidad" constituye el "pre-texto" de nuestros textos litúrgicos; es constitutivo de su misma naturaleza. La liturgia "maneja" constantemente la Biblia y "funciona" con ella. Sin duda, una vez más, la melodía que desarrolla es relativamente original con relación a ella; por eso la Biblia nunca ha funcionado como un molde estrecho que debería reproducir materialmente, sino como una fuente -la fuente fundamental- de inspiración. Se puede decir que no es otra cosa, en último término, sino una especie de improvisación sobre la Biblia.

En la mayoría de los casos, parece que se trata menos de referencias bíblicas conscientes como tales, que de una afloración venida de un amplio hábitus litúrgico, elaborado a lo largo de los siglos, con expresiones y modos bíblicos. Estos han acabado por habituar tan profundamente las "costumbres" del pueblo cristiano que este último ya casi no tiene conciencia de la fuente bíblica que alimenta su liturgia. Un poco como el aire que respiramos y que es tan natural para nosotros que ni pensamos en él, tal vez habría que decir que la liturgia es entonces tanto más bíblica cuanto menos se da uno cuenta de ello... es decir, ¡si la Biblia la impregna!

Esta fundamental y mutua interacción de la Biblia y de la liturgia es rica en enseñanzas. Primer templo "sacramental" de la Palabra de Dios, la Biblia está hecha constitutivamente para ser proclamada como tal en la asamblea de la Iglesia: este es su espacio de vida original. Despliegue de la Palabra hasta nuestro hoy, de modo visible (un sacramento es "como una palabra visible ", decía S. Agustín) tal como nos llega a través de los antiguos textos bíblicos, la liturgia transpira Biblia. Cada una de las dos, según la interpretación cristiana, está centrada en la memoria de la muerte y la resurrección de Cristo: la Biblia, porque ella encuentra ahí su cumplimiento; la liturgia, porque es memorial del Misterio Pascual.

Pero esta memoria no es posible sino en el Espíritu: es él quien inspira la revelación bíblica y la hace conspirar toda ella hacia el misterio de Cristo; es él también quien permite al cuerpo histórico y glorioso de Cristo que la Iglesia celebra en la Misa, el llegar a ser cuerpo eucarístico. Ambos son "pan de vida", como lo declara el n. 21 de la Constitución sobre la Revelación divina: "pan de vida sobre la mesa de la Palabra de Dios y sobre la del Cuerpo de Cristo". La primera está ordenada a la segunda, como lo muestra el movimiento dinámico que, en toda celebración sacramental, va de la primera a la segunda mesa: ¿no es el cuerpo eucarístico como la cristalización de la Palabra de Dios, Palabra que sólo Cristo es plena y definitivamente? (Heb 1, 1).

Célébrer 234

Les dijo una parábola sobre la necesidad de orar

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El evangelio [dominical] empieza así: «En aquel tiempo, Jesús les decía una parábola a sus discípulos para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer». La parábola es la de la viuda inoportuna. A la pregunta: «¿Cuántas veces hay que orara?», Jesús responde: ¡Siempre! La oración, como el amor, no soporta el cálculo de las veces. ¿Hay que preguntarse tal vez cuántas veces al día una mamá ama a su niño, o un amigo a su amigo? Se puede amar con grandes diferencias de conciencia, pero no a intervalos más o menos regulares. Así es también la oración.

Este ideal de oración continua se ha llevado cabo, en diversas formas, tanto en Oriente como en Occidente. La espiritualidad oriental la ha practicado con la llamada oración de Jesús: «Señor Jesucristo, ¡ten piedad de mí!». Occidente ha formulado el principio de una oración continua, pero de forma más dúctil, tanto como para poderse proponer a todos, no sólo a aquellos que hacen profesión explícita de vida monástica. San Agustín dice que la esencia de la oración es el deseo. Si continuo es el deseo de Dios, continua es también la oración, mientras que si falta el deseo interior, se puede gritar cuanto se quiera; para Dios estamos mudos. Este deseo secreto de Dios, hecho de recuerdo, de necesidad de infinito, de nostalgia de Dios, puede permanecer vivo incluso mientras se está obligado a realizar otras cosas: «Orar largamente no equivale a estar mucho tiempo de rodillas o con las manos juntas o diciendo muchas palabras. Consiste más bien en suscitar un continuo y devoto impulso del corazón hacia Aquél a quien invocamos».

Jesús nos ha dado Él mismo el ejemplo de la oración incesante. De Él se dice en los evangelios que oraba de día, al caer de la tarde, por la mañana temprano y que pasaba a veces toda la noche en oración. La oración era el tejido conectivo de toda su vida.

Pero el ejemplo de Cristo nos dice también otra cosa importante. Es ilusorio pensar que se puede orar siempre, hacer de la oración una especie de respiración constante del alma incluso en medio de las actividades cotidianas, si no reservamos también tiempos fijos en los que se espera a la oración, libres de cualquier otra preocupación. Aquel Jesús a quien vemos orar siempre es el mismo que, como todo judío de su tiempo, tres veces al día –al salir el sol, en la tarde durante los sacrificios del templo y en la puesta de sol-- se detenía, se orientaba hacia el templo de Jerusalén y recitaba las oraciones rituales, entre ellas el Shema Israel, Escucha Israel. El Sábado participa también Él, con los discípulos, en el culto de la sinagoga y varios episodios evangélicos suceden precisamente en este contexto.

La Iglesia igualmente ha fijado, se puede decir que desde el primer momento de vida, un día especial para dedicar al culto y a la oración, el domingo. Todos sabemos en qué se ha convertido, lamentablemente, el domingo en nuestra sociedad; el deporte, en particular el fútbol, de ser un factor de entretenimiento y distensión, se ha transformado en algo que con frecuencia envenena el domingo... Debemos hacer lo posible para que este día vuelva a ser, como estaba en la intención de Dios al mandar el descanso festivo, una jornada de serena alegría que consolida nuestra comunión con Dios y entre nosotros, en la familia y en la sociedad.

Es un estímulo para nosotros, cristianos modernos, recordar las palabras que los mártires Saturnino y sus compañeros dirigieron, en el año 305, al juez romano que les había mandado arrestar por haber participado en la reunión dominical: «El cristiano no puede vivir sin la Eucaristía dominical. ¿No sabes que el cristiano existe para la Eucaristía y la Eucaristía para el cristiano?».

Cantalamessa.

SANCTUS BY LIBERA

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Alegría y no tristeza

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Ya que como se ha estado hablando de la risa y de sus efectos. Aquí va una reflexión:
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Hermas (siglo II) El Pastor, 10º precepto
“Jesús exultó de gozo bajo la acción del Espíritu Santo.” “No pongáis triste al Espíritu Santo. Dios os ha marcado con él” (Ef 4,30)

Cuando el hombre indeciso fracasa en cualquier empresa, la tristeza invade su alma, aflige al Espíritu Santo y le echa fuera… aleja, pues, de tu corazón la tristeza y no ahogues al Espíritu Santo que habita en ti. (1Tes 5,19), por miedo a que llame a dios contra ti y te deje. Porque el Espíritu de Dios, que te ha sido dado en tu carne, no soporta ni la tristeza ni incomodidad.

Revístete de alegría y haz de ella tu delicia. Eso es lo que agrada a Dios; eso es lo que él acoge favorablemente. Porque todo el que está lleno de gozo obra bien, piensa bien y pone a la tristeza debajo de sus pies. Por el contrario, el hombre triste obra siempre mal; primeramente, hace mal contristando al Espíritu Santo que con gozo ha sido dado al hombre; seguidamente comete una falta de piedad no orando ni alabando al Señor. Porque la oración del hombre triste no tiene jamás la fuerza necesaria para subir al altar de Dios… Así como el vinagre mezclado con el vino hace perder el buen sabor a éste, de la misma manera la tristeza, mezclada con el Espíritu Santo, debilita la eficacia de la oración. Purifica, pues, tu corazón de esta tristeza perniciosa, y vivirás para Dios, igual que todos los que se habrán despojado de la tristeza y revestido de gozo.

SOBRE EL ARTÍCULO: "DE LA CEREMONIA AL SACRAMENTO"

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Apenas pude checar el comentario de la entrada "De la Ceremonia al Sacramento", gracias y pues a mi he de confesarlo, no me había quedado del todo claro por qué la liturgia es un sacramento, pero supuse que el Padre se refería a que es de importancia como un sacramento, y pude un poco comprenderlo después.

Como tu sabes estoy en el equipo de liturgia de mi Parroquia, y de hecho tuvimos que comprar un libro que se llama "Manantial y Cumbre. Iniciación litúrgica" de Alberto Aranda C. M. Sp. S, te lo recomiendo, allí viene lo de cómo deberá ser la Liturgia, usos y atentados contra el presbiterio, la sede, ambón, altar, orden, posiciones, etc., y el lunes del curso nos daban una definición de liturgia, que es "la obra de la salvación continuada por la Iglesia y que es también la presencia y la acción de Jesús que nos está salvando".

Nos decían también que la liturgia es como un sacramento porque tiene las características de que es un signo sensible, comunica la gracia y nos salva de algo, semejante a la definición de sacramento.

Pero en si no es el octavo sacramento, se relaciona bastante con ellos porque ayudan en la realización, porque a final de cuentas la liturgia se practica en la misa y es en ella donde se administran los sacramentos. Y si la liturgia es la colaboradora en la obra salvadora de Jesús, completa este comentario de sacramento.

THE GLORY OF THE VATICAN.

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